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Otrora había un gran manzano, milenios atrás, situado en lo que hoy es el Lago de las Lágrimas. Dicho árbol crecía del nexo de unión entre las placas de maná y sus raíces canalizaban la fluctuación del mismo para que no fluyese sin control alguno. El manzano dio tan sólo un fruto, el cual contenía tres únicas semillas, de las cuales nacieron Rhovan, Gwaeth y Celeene, los tres hermanos de cabello carmín, al igual que la piel del fruto a través del cual había sido engendrado (a pesar de que la religión de Albain, posteriormente, considerase a los pelirrojos símbolos de mal agüero y en las representaciones, sólo mostrase pelirroja a Celeene, como forma de restar valor a la deidad femenina), Los ojos de Celeene eran verdes como la clorofila presente en las hojas de los árboles, como las esmeraldas de la corteza de la tierra, como el color de la esperanza y la vida; Gwaeth, los tenía azules, evocando al agua inconmensurable de los ríos, los lagos, y del lejano mar del este; y los orbes de Rhovan, siendo uno dorado y el otro plateado, estaban vinculados al hecho de que se atribuía que el sol y la luna eran sus ojos.

 

Rhovan, en forma de cuervo extendió sus alas y con el batir de las mismas alejó el miasma que oscurecía buena parte del continente, dejando que el sol irradiase luz; Gwaeth, convertido en una serpiente, trazó surcos en la tierra, desde las montañas hacia el mar, creando los ríos que bañarían aquel rincón del mundo; y Celeene, la madre tierra, inundó todo de vegetación exuberante. Los tres hermanos recibieron parte de la sabia del árbol, y con esta dieron forma respectivamente a la vida en el cielo, el agua y la tierra, mezclando dicha sustancia con sus propios elementos para darles sus cualidades. La certera fusión con el aire daría origen a las criaturas aladas, aquellas capaces de gobernar la cúpula celeste; la sabia diluida en el agua, daría paso a los moradores del agua, dotados de escamas y colas para poder moverse libremente en su elemento; Celeene, como representación de la fertilidad, recibió más sabia y a su vez, creó a las familias tairngire (elfos, gaistlings, enanos, duendes, y un largo etcétera), diferentes especies salidas respectivamente de las plantas, de la tierra, de los minerales del subsuelo: los reyes por derecho de la tierra. Apenas sobraba sabia, sin embargo la madre tierra estaba decidida a aprovechar hasta la última gota, y dio forma a criaturas diminutas, débiles y frágiles, sin ninguna afinidad elemental más allá de la propia vida insuflada en sus cuerpos. Su nombre original cayó en el olvido, sin embargo siglos más tarde, estos se denominarían a sí mismos humanos. Eran seres a imagen y semejanza de la diosa madre, pero por desgracia, estos últimos resultaron demasiado débiles, quizás por el poco material empleado, al contrario que sus hermanos de diferente especie. La magia debajo de la corteza terrestre fluía descontroladamente, energía pura, y los hacía enloquecer o causaba mutaciones en ellos. Frágiles niños menores cuyos cuerpos no podían tolerar la exposición prolongada a esa esencia... Rhovan ofreció una porción de su jurisdicción, la península de Radanta, donde podrían permanecer a salvo de la influencia del maná, mitigada debido a la presencia costera, y como buena madre, aceptó. A su vez, la diosa preparó el terreno de cara al futuro, Con su sangre, Celeene creó un entramado que evitaría que esta escapase sin control (siendo el resultado el argyrion), con la esperanza de que algún día sus hijos regresaran y la familia creada volviese a estar completa de nuevo. 

Y lo hicieron. Milenios pasaron hasta que de nuevo volvieron a posar sus pies en el valle.

 

Sin embargo, los humanos traicionaron a la madre.

Cuando estos regresaron y se asentaron en el valle, al principio la convivencia fue más o menos posible, pero todo estaba destinado a cambiar. Los hombres talaron el árbol sagrado para poder asentarse allí, fundando la ciudad de Drasneas. La madera del árbol que fue usada para construir útiles, la corteza, las rocas que estaban envueltas en sus raíces, el metal que bebió su sabia... Esos elementos conservaron la esencia del árbol, reliquias sin que nadie fuese consciente de ello, pero como no, pasaron de mano en mano, terminando por alejarse de Drasneas.

Celeene adoleció durante una semana entera, sintiendo el dolor del árbol como suyo propio, no en vano, era su madre. Rhovan y Gwaeth lucharon, pues uno deseaba aniquilar a los humanos, mientras que el otro sabía que su destrucción causaría más dolor aún a su hermana. De todos modos, terminarían pagando por su osadía.

 

La brecha de maná quedó libre, fluyendo sin control por el aire, el agua, la tierra... Y su poder desatado provocó locura en unos y mutaciones en otros. Los habitantes originales del Valle, feéricos, se percataron de ello y trataron de frenar aquella catástrofe. Gwaeth encomendó la tarea a una sacerdotisa elfa, Ducille la cual recopiló las reliquias  y las encerró en la ciudad, pues al haber formado parte del árbol o haber permanecido en contacto con este, frenarían el flujo descontrolado. Ducille hizo acopio de su magia para realizar el ritual que sellaría la brecha, junto con los artefactos, e inundó la ciudad con sus lágrimas y su sangre, para que Drasneas quedase en el olvido, y con ella, las reliquias estuviesen a salvo. No obstante, otra versión habla de que tal proeza la realizó el dios del agua, quien en vida había amado a la sacerdotisa y no pudo soportar su pérdida, convirtiendo el lugar en su tumba acuática. Gwaeth, además. se apiadó de sus acólitos, y como premio por el sacrificio de su sacerdotisa, hizo que mutaran su forma para proteger las ruinas, convirtiéndose en una suerte de seres mitad pez, tímidos y tan hábiles que jamás se dejaban ver, y que a día de hoy siguen cumpliendo su deber de impedir que nadie se sumerja tanto en el lago como para tener acceso a las reliquias y desatar el caos. Estas, se encuentran en una cámara natural de oxígeno, formada bajo la densidad del lago, desde la cual se ramifican algunos conductos que fueron creados por las raíces del manzano, los cuales albergan un verdadero paraíso natural de agua y caliza. 

 

Si bien esa historia tuvo lugar hace mucho, mucho tiempo, y poco después se fundaría Brigann, no muy lejos de allí, nadie recuerda ese suceso, al menos no tal cual sucedió. Ningún humano vive tanto para recordarlo, y las generaciones terminan por olvidar. La iglesia en su oportuna ignorancia, consideró a Ducille una santa humana para dar una explicación inexacta de la formación del lago, poco tiempo después, los hombres declararon la supremacía de su especie para aniquilar o expulsar a todos los demás moradores dotados de raciocinio del valle.

 

Fue este suceso lo que provocó que algunos humanos naciesen con afinidad mágica o que incluso sean susceptibles de aprenderla externamente, ya que pese a que la fuente de maná permaneciese sellada, la magia aún perdura en el ambiente, y conforme los humanos explotan los veteados del místico metal, la sangre de Celeene, la exposición gradual hace que la misma sea absorbida por sus cuerpos y algunos cambien. Mientras más se extrae argyrion, más usuarios del don nacen.

 

MITOLOGÍA ORIGINAL

La historia nunca contada de la tríada

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